Calzada de las Aguas

De Amereida
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La obra, finalizada el año 2010, fue diseñada y construida conjuntamente por estudiantes guiados por profesores del Taller de Obras de la Escuela de Arquitectura y Diseño de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. El proyecto surge concretamente como una respuesta al requerimiento de baños y provisión de agua para los estudiantes de esta escuela, los que acuden semanalmente a las actividades deportivas y recreativas entre las que la principal es la Cultura del Cuerpo, además de las actividades propias de la Ciudad Abierta y del parque Amereida, que al estar conformado por humedales, dunas, bosques y obras de arquitectura y diseño, es visitada regularmente por grupos de estudiantes de colegios y universidades, por investigadores de diferentes disciplinas Consiste en un grupo de calzadas de albañilería y hormigón, dispuestas entre dunas, y conformadas por suelos, taludes y muros, elementos entre los que se disponen fuentes de agua, baños y sitiales del mismo material, destinados a proveer el agua necesaria para el restauro e higiene, propia de las actividades deportivas y recreativas que regularmente se desarrollan allí. La actividad recreativa principal corresponde a la asignatura de Cultura del Cuerpo, a la que semanalmente concurren cerca de 300 estudiantes. Actividades como los tradicionales torneos de esta Escuela, actos de celebración, visitas de colegios, entre otras, también encuentran en este lugar el tiempo de ese restauro y demora, necesarios para toda acción recreativa.

Las Calzadas de las Aguas son un lugar para circular y permanecer. Son tres calzadas que nacen para regalar un lugar al tiempo de la “distensión”, en el que paulatinamente van surgiendo detenciones como sitiales, en los que los ocupantes descansan, se reponen, se reúnen distendidamente mientras esperan a otros compañeros de la actividad; fuentes de agua y piletas posibilitan la existencia de lugares donde los estudiantes llenan botellas con agua, se reponen, se refrescan, beben directamente o se asean de forma pasajera. Con su verticalidad, las piletas definen la forma de una permanencia en algo común a todos, en una suerte de arrimo, agrupación y demora; y es la horizontalidad, en sus casi 35 metros de largo de “calzadas”, la que conquista la extensión mayor, definiendo un tamaño del corpus de estudiantes que se dispersan en estas calzadas del restauro. Entre ambas dimensiones se configura este lugar de encuentro para la Cultura del Cuerpo, en que lo fundamental es el vínculo entre los elementos que definen el uso del lugar, como agua y sitios de restauro (asientos, sitiales, pavimentos libres de arena, miradores y zonas de resguardo), con la naturaleza, y por sobre todo, la proximidad entre los usuarios, pues esa intimidad en torno a los elementos existentes, es la que define la identidad del acto recreativo en una sociabilidad lúdica, que completa el acto deportivo.